miércoles, 28 de mayo de 2008

Los muertos pensantes

Como dice Onetti en el astillero:
(cito de memoria, eh?) "...sólo le quedaba esperar a que su muerte fuera un hecho conocido por el resto de los seres humanos..." puede que lo contrario de esto sea el estado del blog, la muerte del blog es el motivo para seguir escribiendo en el blog...ya es algo, no? El hecho de que haya muerto sirve para que siga vivo? paradojas bowdenianas, mientras tanto, brindo con los que mueren con las armas o teclados en la mano...
Mi vida (una parte de): acudo a eventos pseudoculturales con la esperanza de reactivar mi encefalograma...pero me temo que ése sí que sigue los dictados onettianos al pie de la letra.
Lo de hoy ha sido una de flamenco y hemos aguantado eh? oleole...pero la fusión y la modernidad han hecho mucho daño (quien sacó al flamenco de los patios y lo metió en los teatros?) el flamenco bueno te remueve las costillas, pero este no era el caso y, francamente, con diez horas de tajo a las espaldas, cuando han leido un "poema" de cuatro páginas sobre la sufrida raza calé, mientras se sobreimponían imágenes de auswitzch, auswicht...el sitio ese de las chimeneas y caían pétalos de rosas sobre la cantaora, cantante, esa estafadora ...nos hemos levantado para evitar que nuestras carcajadas arruinaran el efecto...quiero decir con esto que compruebo casi a diario que hay cosas más muertas que el blog y se pagan y se aplauden. Devaluados luchadores, habitantes de ikea, pobladores de converses, rumiantes de lexatín, no se rindan mientras el cielo no caiga sobre sus cabezas. Y entonces...sigan luchando.

un dibujo, regalo para el blog







creo que al pobre blog solo lo visitamos Leonor, martin, Jota y quien escribe..o será que los demás lo visitan silenciosa y anonimamente?

yo hoy estoy aburridisima y sin ganas de ponerme a hacer la pila de trabajo acumulado que tengo. Hace frío...finalmente llegó el frío que tanto se hizo esperar, y a estas horas siempre entra por mi ventana un solcito que me quita las ganas de trabajar y todos los días entre las 3 y las 5 de la tarde suelo perder el tiempo en cuaquier boludez con tal de no sentarme a laburar...la culpa de todo la tiene el sol.
Trabajar desde casa tiene sus ventajas y desventajas...cuando boludeo y pierdo el tiempo, no tengo jefe que me mire con cara de orto y me obligue a seguir con mis obligaciones.
Me mudé hace poco, pero siento que estoy acá desde hace mucho. Ultimamente todos mis ahorros estan destinados a objetos/cosas/muebles para la casa...Ikea no abrió sucursal en el fin del mundo, pero existen lugares similares que visito bastante seguido...es más creo que salir a comprar cosas para la casa se convirtió en uno de mis pasatiempos preferidos...se que es una imagen triste...pero no voy a ocultarla.
Les dejo unas fotitos que saqué hoy de mi casa...proximamente instalo una camara y hago mi propio reality o mi "E! true hollywood story"...qué patético. En fin...este es mi ahora...en donde paso la mayor parte del día...donde estoy a prendiendo a ser adulta, aunque siempre intento retrasar ese momento lo mas posible. Creo que voy a tener 50 y voy a seguir usando mis Converse y avergonzando a los que me rodeen, por que convengamos que en algun momento el rechazo al aspecto de "adulto" se torna rídiculo.
Estoy escribiendo cualquier cosa...ahora se dan cuenta por que nunca posteo...la escritura no es lo mio...este post es solo un intento por no matar al blog...me niego a aceptar su muerte.

y tal...


Los blogs mueren, mueren como las relaciones de pareja, las ganas de ir al trabajo o el cuidado con el que uno trata su ordenador nuevo. No tengo la intención de analizarlo más profundamente, creo que ya se entiende.

Por otro lado, la i
nminente defunción de este nuestro blog me produce cierto pesar. Creo que es de recibo decir que la forma y el contenido de los post de Martín y Leonor están tristemente devaluados. Antes que un señor soy un caballero, así que les presento desde aquí mis respetos.
Puestos a escribir (un día es un día), me gustaría mostrar mi desconcierto mezclado con cie
rta ilusión, al ver que ese recuerdo cada día más lejano de esa etapa vital en Londres, vuelve a vuestra cabeza de forma tan recurrente...

Llevo unos tres (?) años separado de vuestra compañía.

Mi vida, como la vuestra supongo (aunque nos separen edades, entornos...) a ido tomando un cariz siniestro de vida adulta, con sus laxetines, trabajo, responsabilidades, busca de compañía estable y demás parafernalia superficial que cambia Converse por zapatos de adulto “línea moderna”. Desde luego carece de total profundidad, pero uno se logra convencer de que eso es lo que toca y cambia sus sueños de InterRail por los de una hipotética jornada intensiva y una vida parecida a un catalogo de Ikea. Hipoteca mediante, claro.


Por suerte o por desgracia cada día vivimos más años y eso nos convierte en una generación que a los cincuenta y los sesenta va a sufrir la ya olvidada crisis de los treinta y los cuarenta. Vamos a divorciarnos e intentaremos hacer todo aquello que no hicimos en pos de una vida cómoda, practica y real. Así que aunque alguno de nosotros no llegará si no se propone dejar los abusos, os insto a quedar en esa famosa Bowden Court, para afrontar juntos de nuevo nuestra caprichosa vida...

Faltan algunos años, pero prometo aún siguiendo sin escribir, recordaos tanto como ahora...


Desde mi nuevo piso, tecleando un ordenador mac que no logro comprender os mando un saludo y tal...

martes, 27 de mayo de 2008



Martín, si falló tu memoria ni me enteré por que desribiste tal cual son (o fueron) muchas cosas. Incluso me ayudó a reconstruír muchos de mis recuerdos.
Al lavarropas siempre le heché la culpa de que me encogía la ropa, hasta que tristemente comprobé en una balanza que había aumentado unos 5 kilos y era esa la razon por la cual no me entraban muchos de mis pantalones.
Lo que me gustó leer y lamento habermelo perdido son las cenas...como yo laburaba de noche (no como prostituta, aunque económicamente me hubiese convenido) solo cenaba en el hostel lo días que tenía libres y me acuerdo de mi primer cena que me senté sola en una mesa y, como bien dijiste, se acercó alguien...ese alguien fue Tavo quien me tuvo amablemente "secuestrada" y cuidó de que no hablara con ningún otro grupo por mucho tiempo.

Todo esto lo podría haber dicho en un comment, pero decidí postearlo para que el blog tenga más "vida" y parezca más actualizado.

Les dejo una foto del momento en que comprobé que mi ropa No se había achicado.

domingo, 25 de mayo de 2008

La Torre Oculta de Bowden Court (I)

Lo que voy a contar puede que no sea cierto. Mi memoria funciona de manera caprichosa. A menudo me resulta imposible recordar un nombre, una cara, un número de teléfono...


Sin embargo hay días de mi vida que recuerdo con precisión enfermiza. Recuerdo frases concretas de conversaciones intrascendentes, el azul del cielo y el verde del mar de un día gris o el extraño gesto de un transeúnte que se me cruzó por la calle hace años al que supersticiosamente atribuí un significado arcano

También hay ocasiones que recuerdo pero no sé con certeza si ocurrieron o las soñé. Esta es una de ellas


Viví durante tres largos años en Londres. Los primeros doce meses en un lugar llamado Bowden Court. Es un lugar distinto y difícil de clasificar. Bowden Court pertenece a la London Hostel Asociation. Una institución subvencionada con dinero público que acoge a residentes de muy diversa naturaleza. Tenemos, por ejemplo, los estudiantes asiáticos que se alojan en Bowden mientras realizan sus estudios universitarios. Hay un no muy numeroso pero relevante colectivo que vive de los subsidios de la Seguridad Social - heterogéneo conjunto de enfermos mentales más o menos agudos, mujeres maltratadas, ancianos en el límite de la indigencia y algunos parias más


El grupo más numeroso lo constituyen los aventureros que buscando fortuna, conocimientos o experiencias aterrizan en Londres y se quedan en Bowden como moscas pegadas a una tela de araña. Algunos llegan a través de agencias de viaje que sobornan a la dirección de Bowden para garantizarse la disponibilidad de habitaciones y cobran una cifra exorbitante a sus incautos clientes. Otros, acaban en Bowden de rebote tras varios intentos frustrados de obtener un alojamiento mejor. Este fué mi caso


El edificio de Bowden, en una tranquila calle cercana a Notting Hill Gate, no llama la atención del viandante cuando pasa junto a él, a no ser que el viandante sea un artista mediocre buscando un tema anodino que retratar. La planta forma una L en cuyo brazo más largo se abre la entrada principal. Tiene cuatro pisos además del entresuelo o “basement”. También tiene varios niveles de sótanos inaccesibles para el público. De ellos hablaré más adelante


Entrando en el edificio encontramos la recepción, cuyo aspecto deslucido no es más que un anticipo de lo que vamos a ver luego. Tras un cristal, oscuros individuos procedentes de los peores lugares del mundo atienden a los recién llegados. Son los miembros del “Staff”. Muchos hacen el trabajo a cambio de techo y comida, o en contados casos percibiendo un mísero estipendio. No obstante se comportan con cierta altanería, ya que se consideran una casta privilegiada dentro del inmueble. A la derecha se abre un corredor que da acceso a las habitaciones de los miembros con más rango del “Staff” (los de menor categoría habitan en el subsuelo)


A la izquierda de la recepción están ya algunas de las habitaciones destinadas a los residentes. Son las conocidas como “zero rooms”, en parte porque se hayan numeradas con placas que comienzan con dicho dígito (001, 002 003, etc.), pero principalmente haciendo referencia a la comodidad que ofrecen a sus huéspedes – a los huéspedes humanos, se entiende; las cucarachas y chinches, por el contrario, tienen allí su Shangri-la


El pasillo acaba en la esquina de la L que es la planta de Bowden Court. Es ahí donde se encuentran las escaleras principales del edificio, por las que circulan la mayoría de los residentes en su tránsito de una planta a otra, y no solo transitan, sino que a veces se sientan allí a charlar, a hablar por el móvil, o a vivir momentos íntimos con sus parejas


Descendiendo por las escaleras se llega al “basement”. Aquí se encuentran las principales dependencias de uso común: el comedor, la biblioteca, la lavandería y la sala de esparcimiento, más conocida como “TV room”. La biblioteca es más bien una sala de estudio frecuentada por unos pocos héroes, donde los únicos libros disponibles son los ejemplares extraviados o despreciados por antiguos residentes que acumulan polvo en una estantería de conglomerado


En la lavandería dos lavadoras de fichas se turnan para sistemáticamente destrozar la ropa de los bowdenianos (inevitablemente alguna de ellas está averiada). Tanto ellas como la secadora tienen la personalidad afeminada y triste de los seres que se alimentan con calcetines desparejados. A pesar del aire enrarecido y gris más de un idilio se ha fraguado alentado por el calor eléctrico de la estancia


El comedor es uno de los lugares que más honda huella dejan en los que pasan por Bowden Court. En sus mesas baratas cubiertas con manteles de hule nos alimentamos muchas veces con algo que no debería ser llamado con propiedad comida. El desayuno y la cena van incluidos en el precio de la habitación, y la dirección se esfuerza ostensiblemente por sacar el máximo rendimiento al dinero. Para ello se recurre sin rubor al reciclaje de manera que los filetes del lunes y el martes se convierten en las hamburguesas del miércoles y el jueves, y estas en las croquetas del viernes hasta que toda la materia prima es aprovechada


La hora de la cena era toda una ceremonia cotidiana. Los primeros en aparecer eran siempre los pertenecientes al colectivo de beneficiarios de la seguridad social. Había un viejo con una bizarra afección cutánea que le hacía parecer una momia. Según la leyenda permanecía en una especie de sarcófago todo el día y solo se quitaba las vendas para bajar al comedor. También era notable una australiana madura con problemas de alcoholismo y una personalidad histriónica que le llevaba a enfrentarse continuamente con los que perturbaban la paz organizando fiestas en su pasillo


La mascota de Bowden era Richard, un inglés gordo con aspecto infantil y un moderado trastorno bipolar. Su jornada de trabajo consistía en recorrer los pubs de la zona tomándose una pinta en cada uno e importunando a la parroquia con sus historias desquiciantes. La más famosa era la de las ovejas imaginarias que solo él veía pacer en Hyde Park. Siempre aparecía puntual a la hora de cenar y luego continuaba la velada en la TV room con latas de cerveza de medio litro y la compañía de los pocos que aún se reían de sus excentricidades. Lo recuerdo sentado en una butaca bebiendo, charlando y viendo el fútbol, reclinado de tal manera que su panza se alzaba más arriba que su cabeza, dándole el aspecto de un sórdido oráculo


Si la cena era una ceremonia el sacerdote que la oficiaba era el cocinero; un francés que obtuvo el puesto más por su nacionalidad que por sus conocimientos culinarios. Incluso sobre su origen galo había dudas, ya que se decía que había militado durante años en la Legión Extranjera, en la que ingresó con sabe Diós qué crímenes pesando sobre su alma, y en la que obtuvo el rango de sargento


Con dignidad castrense permanecía firmes tras el mostrador en que se servía la comida, como si defendiese una trinchera en Argelia o el Somme. Blandía la cuchara con viril y socarrón gesto de arrogancia, cómo queriendo decir: ¿La comida es una basura, verdad? ¡Pues a ver quien tiene cojones de decírmelo a la cara!


La hora de la comida era también una ocasión social. Importaba mucho con quién se sentaba uno, y la actitud durante la colación. Las bromas, la desazón o incluso la ira cundían dependiendo de si la calidad de los alimentos de la jornada era mala o peor. Los tiburones, buitres y hienas acechaban las mesas donde se sentaba alguna novata solitaria. Los grupos consolidados juntaban varias mesas hasta formar auténticos banquetes


Los grupos se formaban por nacionalidad, edad, y antigüedad en la residencia. Los novatos tendían a agruparse para protegerse, como herbívoros de la sabana. Los solitarios generalmente se mostraban ansiosos al hacer cola para la comida. Luego se dirigían dubitativos buscando una mesa como niños perdidos en unos grandes almacenes. Algunos pocos buscaban la soledad deliberadamente. Este era el caso de Siyani, mi compañero de habitación del que hablaré más tarde


Al terminar la cena los bowdenianos iban pasando a la "TV room", a fumar, hacer tertulia, socializar, y primordialmente, a planear la juega nocturna

(Continuará)